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Tiempo y melancolía en la película Lost in Translation (perdidos en Tokio)


Modernidad y melancolía

Hay un malestar que inunda la época moderna, un malestar que riega sus mares de extrañeza en un mundo complejo, incoherente y contradictorio. Para los antiguos griegos la melancolía era conocida como la “bilis negra”, un líquido inexistente que recorría el cuerpo y afectaba el temple de ánimo. La modernidad se caracteriza por haber perdido las certezas en cuanto al poder religioso, siendo así, el hombre moderno necesitaría de aferrarse a algo, ya sea material o metafísico para poder sobrellevar la existencia en una sociedad en donde circulan de manera interminable las mercancías materiales y simbólicas (las fantasías del mercado, marketing, marcas, etc.).


La melancolía moderna es una línea de fuga de la modernidad misma, una especie de anomalía social en un mundo supuestamente racional y profano. Lo cierto es que, el progreso no resultó ser lo que se supone que sería. Podría decirse que se experimenta una especie de duelo por la pérdida de lo que ha excluido el proyecto de la modernidad. Hay un sentimiento de derrota en nuestros tiempos.


El individualismo radical es un acompañante cercano del espíritu melancólico de la época, un comportamiento que le es esencial al funcionamiento del capitalismo, es decir, el spleen (hastío) capitalista que alimenta el deseo de una subjetividad colectiva basado en la desesperación y la insatisfacción cotidiana.


También cabría la posibilidad de que el sujeto moderno se siente culpable por haber asesinado a Dios, es decir, aquella metáfora nietzscheana en donde hay una negación radical de todos los valores supremos, incluida la del progreso y la religión. Esta culpa desemboca en una nostalgia directa por el objeto perdido. Por ejemplo, en el arte, el Angelus Novus (El Ángel de la Historia, según el filósofo Walter Benjamin), pintado por Paul Klee en 1920. Para Benjamin, la obra ignora deliberadamente al futuro en medio de los escombros del pasado.


La nostalgia es un sentimiento de añoranza por algo que ya no se posee. Para el filósofo Immanuel Kant, este elemento irracional es aquel en donde no se desea un lugar en específico, sino el hecho mismo de algo que ya no es y que es imposible de recuperar. En este sentido, no hay retorno alguno y de ahí el sentimiento doloroso de la nostalgia. Lo que lo mantiene vivo es la vida cotidiana, es decir, el presente, a través de la memoria individual o colectiva.


Análisis de la película

Lost in translation (traducida como Perdidos en Tokio) es una película de 2003 dirigida por Sofia Coppola. La historia se centra en dos personajes, Bob y Charlotte. Él es una estrella de cine que va de viaje a Japón para actuar en comerciales y presentarse en programas de entretenimiento; Charlotte, es una joven filósofa solitaria y confundida. Lo que tienen en común no es la simpatía y el cariño que desarrollan el uno por el otro a lo largo de la película, sino la melancolía que les azota la vida moderna.


Durante el desarrollo de la trama, en varias ocasiones ambos personajes miran a través de las ventanas, ya sea del hotel, los autos o trenes en los que viajan como si pensaran que el mundo es demasiado grande y ellos tan pequeños. A Bob parece no importarle no ser reconocido por su fama, incluso se le nota estar harto cuando dos individuos lo reconocen por su notoriedad internacional.


De hecho, le cuesta trabajo dormir por las noches y se muestra intranquilo y aburrido a pesar de estar en una de las ciudades más modernas y mejor organizadas del mundo. Hay un destello de desequilibrio en él, algo molesto y como si no pudiera acomodarse. Otra cosa que resalta es cuando en ese momento llega un fax de su esposa desde Estados Unidos pidiéndole apoyo para adornar su casa. La melancolía de Bob se combina con el hastío de sostener algo que evidentemente ya no desea. Sin embargo, el problema no es que haya una negación al deseo, sino que hay una saturación de deseos, él se reconoce como un hombre libre, pero es alguien que no sabe qué hacer con esa libertad. Es por ello que el tedio que experimenta no es por el hecho de no saber qué hacer, hay muchas actividades a las que se podría dedicar en Tokio, es un tedio que se experimenta porque el tiempo acelerado transcurre en dirección circular y sin nada más.


Al igual que Bob, Charlotte se siente sola, aunque acompañada por su esposo, un fotógrafo que consiguió trabajo en Tokio, sin embargo, en la joven también se puede apreciar la melancolía en su rostro. Se siente diminuta cuando observa la gran ciudad por la ventana, una ciudad que parece devorarla y como si ésta la mirara a ella. La primera vez que se miran en el elevador hay una sonrisa fugaz, como lo es el funcionamiento del tiempo en la moderna sociedad japonesa. Ella aceptaría después no recordar haber visto a Bob en aquel lugar.


La melancolía de Charlotte también se puede apreciar cuando visita lugares tradicionales y espirituales de Tokio, son lugares mucho más tranquilos y en donde parece ser que su esposo nunca estaría. Cada cultura guarda para sí una experiencia con el tiempo y los cambios sociales también tendrían que atravesar dicha experiencia con el tiempo mismo.


Es interesante que después de esa experiencia Charlotte hablara por teléfono con una amiga suya y que le dijera que no sintió nada después de que visitara el recinto espiritual de la ciudad. La persona al otro lado del teléfono la ignoraría por completo y ella explotaría en llanto. Es un síntoma de la tragedia moderna de la inmediatez, el desvanecimiento de los vínculos y el sin sentido de la vida. Sin embargo, el llanto de Charlotte no es en sí mismo por sentirse ignorada en su soledad, sino por no poderse identificar con otra voz que pudiera palpar el sentimentalismo pesimista de vivir dos saltos en el tiempo de manera simultánea, tanto por la búsqueda de detener el tiempo en el templo que visitó, como el hecho de experimentar el spleen del turbocapitalismo de la sociedad moderna al que aprecia de manera melancólica cada vez que mira la ciudad a través de la ventana de su cuarto de hotel. Aquella alegoría de su propio Ángel de la Historia.



En el bar del hotel es cuando comienzan las primeras miradas coquetas entre Bob y Charlotte. Inmediatamente después se nota que se entienden muy bien independientemente del humor de cada quien, el sarcasmo y el sin sentido de que estén ahí en ese preciso instante: los une el hecho de que tienen conciencia de esa experiencia melancólica del tiempo, de que no saben con exactitud qué es, pero saben que hay algo que les incomoda. Es el hecho de experimentar una transición, el cambio de una época. En otra escena ella está escuchando un disco de lo que parece ser un gurú de la autoayuda[1].También es significativo cuando se trata de alguien que se siente perdida y que trata de encontrar respuestas desde el individualismo.


La cultura moderna se ha aprovechado de un lenguaje popular que es mercantilizado masivamente, este lenguaje es el llamado terapéutico, y de hecho encaja muy bien con la crisis de identidad por la que atraviesa Charlotte ya que el yo moderno, es decir, aquella instancia psíquica que permite mediar entre el deseo y lo prohibido según las normas de la sociedad, tiene como objetivo fundamental la búsqueda de la autonomía o la felicidad. Si Charlotte buscaba algo era cómo llenar su vacío espiritual.


Al recorrer la ciudad, Charlotte se deleita por el avance tecnológico y de cómo los jóvenes de su edad se entretienen con ello. La sonrisa que muestra es de asombro y admiración, aunque no toca ninguna de las maquinas con las que quizá se habría divertido un poco. Y es que la melancolía de Charlotte no se atendía con juegos y mucho menos con fármacos, era como decía Víctor Hugo: la melancolía es la felicidad de estar triste. Sin embargo, el trago amargo de la aceleración del tiempo y su fugacidad también le permitían moverse a donde quisiera, por eso encontraba, por ejemplo, en lo que parecía ser la exnovia de su esposo a todo lo que tanto despreciaba: superficialidad y vacío. Esto también es una metáfora de cómo el turbocapitalismo es necesario para su funcionamiento, es decir, la superficialidad y del fetichismo de la vida.


Charlotte, parece ser una admiradora de la gran urbe en donde el tiempo pasa sin que nada cambie. En lo personal, la mejor escena es cuando ambos personajes deciden salir de fiesta a divertirse. Esta situación permite que ambos se catapulten en un olvido de sí, sin saberlo lograron detener el tiempo acelerado a través del instante: una especie de suspensión de la normalidad, fugaz, extremo, algo que se desdobla y colisiona con otro sujeto. En este instante colisionador se fragmenta el pasado y el futuro, es como cuando alguien se enamora de manera fugaz (por decirlo de alguna manera) cuando se va en el trasporte público y se sabe que jamás se volverá a ver a esa persona. Fue un instante de rompimiento, algo extremadamente veloz, como si se tratara de un tipo de nostalgia indirecta en donde algo que no fue pudo haber sido.


El instante es una manera de acceder a la eternidad, como cuando alguien parpadea, un acto impulsivo y de desvanecimiento rápido que permite desprenderse de la realidad. El artista Marcel Duchamp usaba el concepto de inframince (infraleve), una manera de explicar tensiones en donde el tiempo se desvanece en el instante. Por ejemplo, cuando se pisa un suelo de madera con zapatos de tacón o cuando se truenan bolitas de plástico de algún empaque.


Los instantes de ambos personajes lograron detener el tiempo en varias ocasiones, las miradas de ella en el karaoke, el contraste de las luces de la habitación junto con los de la ciudad o como cuando Charlotte se recargó en el hombro de Bob tras la fiesta. En el final de la película Bob alcanza a Charlotte al fondo de una calle con muchas personas a su alrededor, tiendas, y en donde la vida cotidiana se lleva a cabo con total normalidad. Bob la abraza y le dice que nunca la va a olvidar y que jamás olvidará lo vivido con ella. A Charlotte se le llenan de lágrimas los ojos y con eso ella da por hecho de que es el final.


Me parece que la película tuvo el mejor de los finales porque eso también simboliza la fugacidad del tiempo y la caducidad de la vida o de las relaciones humanas. Es lo que habita el corazón mismo de la melancolía moderna. De haber permanecido juntos se habría arruinado. Ambos personajes representan esa transición de finales del siglo XX y el paso a lo nuevo del siglo XXI: tanto la masificación del mercado como de las relaciones humanas tienden a repetirse infinitamente, pero también se pasa de lo viejo a algo nuevo instantáneamente en cuestión de días, horas o hasta minutos. Bob lo sabía mucho mejor que Charlotte, por su edad más avanzada, su matrimonio de muchos años, por su infidelidad a su esposa al tener sexo con una cantante en su habitación de hotel. Sin embargo, decidió permanecer con el recuerdo de Charlotte y con el dolor que la nostalgia le provocaría.


Charlotte es una alegorista que plasmó, a través de su mirada sobre Tokio, y siguiendo la teoría del psicoanalista Sigmund Freud, el duelo por la pérdida de los ideales colectivos. Tokio es un monstruo poderoso, un laberinto sin salida, un símbolo de las ambiciones del sujeto moderno por llegar hasta los cielos. Me parece que la despedida de Bob también fue una manera de avisarle que, en medio de una sociedad acelerada, melancólica e individualista, se encontraron para resistir a ello, aunque sea, y a través, del instante.


Por Enrique Román


Notas:

[1]En aquel tiempo ya comenzaban a aparecer este tipo de mercancías New Age, enfocadas a manipular y culpabilizar a los sujetos por las desgracias de la vida haciéndolos responsables de sus circunstancias. La contraportada del disco decía: “The simplest and most powerful technique for finding your true calling is knowing the right questions to ask” (la técnica más simple y poderosa para encontrar su verdadera vocación es saber las preguntas correctas para hacer).




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