Incubación
- miopiatv19

- 28 jul
- 7 Min. de lectura
"Todos pertenecen a todos los demás"
A. Huxley
Hay una voz. Mi voz. No considero que sea mía. Jamás he tenido una voz, ni siquiera creo tener la capacidad de escuchar algún tipo de sonido. ¿Acaso existo?. Existo. Si esto es existencia. La mayor parte del tiempo estoy a oscuras, por momentos vienen imágenes, que se detienen cuando me opongo a ellas. No siempre las detengo, casi siempre van más allá de mi. Son imágenes, sé que lo son. Tienen formas que no reconozco del todo, pero que de cierta forma no me son ajenas. Por momentos desaparecen, desaparece la voz, desaparecen las imágenes, todo queda en silencio. Vuelven cuando tengo una especie de sensación. Tengo sensaciones. Es como flotar. O al menos creo que esa sería la descripción más atinada. Estoy inmerso en algo que no entiendo, pero quisiera que las imágenes que se presentan ante mí fueran eternas.
A oscuras, se escuchan pasos entaconados. Un clic y se hace la luz en lo que aparenta ser una especie de laboratorio. Ruth, una científica joven certificada como de alto rango ingresa al cuarto gris rodeado de paredes metálicas, asemejado a un gran congelador para reses. Una en una se van encendiendo las lámparas de techo con una forma hexagonal y que en su diseño permiten una iluminación puntual de cada detalle que existe en ese lugar, en apariencia inhóspito. Sin embargo, al contacto con la luz se asoman un conjunto de cápsulas de conservación que resguardan especímenes muy específicos. No son cualquier tipo de cápsulas, se asemejan a las de tipo criogénicas, son metálicas y a las vez con un material traslúcido, miden alrededor de tres metros y están conectadas a máquinas que permiten una especie de oxigenación extracorpórea, sin congelación y diseñadas para mantener en un sueño profundo al espécimen incubado sin que se muera y permita su desarrollo biológico sin ningún impedimento.
Ruth se acerca a una de esas cápsulas. La observa detenidamente. En la cápsula se asoma la desnudez de un cuerpo masculino joven de no más de veinticinco años. El espécimen, en buen estado, y según los datos contenidos en la tableta que lleva Ruth en su brazo izquierdo indican que el estado del organismo postrado está en condiciones reproductivas aceptables. Aunque antes del siguiente procedimiento, la especialista debe verificar que todo esté en orden tanto en los signos vitales como en el semen producto de la polución nocturna. Al terminar el proceso de verificación sale del recinto grisáceo y se dirige a la sala común de las coordinadoras del proyecto de incubación.
En el camino, por el pasillo que debe recorrer Ruth, se observa siempre una serie de foto-videos hologramáticos que dan muestra del proceso histórico que fundamenta el proyecto de restauración biológica realizado en las instalaciones para el resguardo de la paz y el orden que fue trastocado durante siglos por el espécimen masculino de la humanidad. Un ser que en sus intentos de dominación sistemática, después de la Gran Termo Guerra, se quedó a un paso de la extinción total del mundo y de la especie en general.
Durante la restauración se gestó un movimiento científico armado liderado por las mujeres que habían sobrevivido a la gran catástrofe. Dentro de sus objetivos se propuso la instauración de un modelo social basado en la dominación sistemática de la mujer sobre la sociedad, sin la necesidad de contacto con los hombres, a menos de requerir sus fluidos para la reproducción controlada de la especie. Para este control reproductivo, idearon un sistema de incubación, el cual consistió en una inseminación in vitro muy particular. Su particularidad descansa en la técnica ideada para el control del cuerpo masculino. Con la finalidad de evitar cualquier contacto con el hombre, las mejores científicas configuraron unas cápsulas que permitirían el desarrollo biológico de los cuerpos mantenidos en un sueño profundo y con un control muy específico sobre la calidad del esperma y deshaciéndose de aquellos cuerpos que lo dejaran de producir. La regla era clara. Todo ser humano nacido hombre deberá ser encapsulado.
Al llegar Ruth a la sala común con las demás científicas, les comunicó de forma cotidiana que el espécimen estará listo para comenzar con los procesos de inseminación en aproximadamente un mes. Dio paso a concluir algunos trámites de rutina y procedió a cerrar su jornada de trabajo y dirigirse a descansar en su departamento. Al llegar, se sirvió un vaso con whisky, prendió un cigarro y se quedó sentada observando una pintura que representaba a un viejo contemplando la nada, resabios del pasado de una especie atrapada en su propia mente, irónico. Mientras observaba la pintura, se le cruzó por la mente. Las comisuras de sus labios, sus brazos, piernas, cada parte de su cuerpo. No dejaba de revolotear esos pensamientos en su cabeza, sentía una especie de placer, de confusión.
Aterrizó su inquietud con una particularidad del proceso que le intrigaba, ya que se mantiene hasta el momento en exploración. Es acerca del desarrollo neuronal de los especímenes con mayor producción de esperma fortalecido. Con equipos avanzados para la electroencefalografía lograron identificar que a través de ciertos opiáceos administrados por sondas nasogástricas el cerebro se adaptó para generar procesos de sueño y vigilia particulares. Cada etapa de sueño que duraba más de veinticuatro horas, le producía al espécimen una sensación de existencia asimilada a la de más de un mes de vida. Y en los momentos de vigilia enceguecida durante cinco horas, cada pensamiento ocupaba en sus estímulos lo de casi dos o cuatro meses. Las pulsiones que experimentaban eran demasiado intensas. Ruth se decía a sí misma, mientras se mordía el labio inferior: No creo que un estímulo ajeno lo despierte o intervenga sobre su ensoñación perpetua. Se levantó, dejó a un lado su whiskey y el cigarro que tenía en la mano lo echó dentro del vaso para finalmente retirarse a su dormitorio.
Es una sensación, eso parece. Las imágenes. No discierno de dónde se producen. A veces es como si cada entonación que pronuncio en mi interior configura una forma particular y sensitiva, como si la pudiera tocar con la oscuridad que a la vez me rodea. Hoy, particularmente, me siento jadeante. Un pálpito que resuena en mi interior con un ritmo acelerado. No puedo concentrarme, no puedo imaginar. Esta sensación recorre cada esquina de lo que creo son extensiones de mí mismo. Un carajo. Siento un cosquilleo brotar en mi interior, qué delicia, mi cerebro, mis extensiones, están a punto de explotar, no puedo contenerlo. Es como si hubiese expulsado algo de mi ser. Aunque a la vez algo se apareció. Una figura muy particular frente a mí. Era una silueta que se mecía, que gritaba y veía fijamente hacia mi presencia sensitiva. No recuerdo más, pero me siento con la necesidad de caer en un sueño profundo.
No sé cuánto tiempo ha pasado desde aquella expulsión y la silueta que se apareció frente a mí, dejándome postrado en un largo suelo. Sin embargo, puedo pensar que han sido recurrentes las sensaciones de placer, de extrañeza y de luminosidad. La silueta, demasiado particular como para que se asemeje a las imágenes de las que hoy estoy seguro que son producto de mi imaginación. Siempre, después de ese fervor acompañado del cosquilleo que recorre desde mis pies hasta mi cerebro se aparece la silueta que proyecta un calor en mi mente. Minuciosamente me he concentrado en apreciarla con mayor detalle, ya que tiene aristas muy específicas.
He logrado distinguir lo que parece ser su cuerpo. Al igual, no sé. Una alucinación, quizá. Nada de lo que se mezcla en mi cabeza puede tener sentido alguno, pero… en esta ocasión, estoy casi seguro que las imágenes no provienen de mi. Alcanzan un detalle que difícilmente podría dibujar. En principio, aparece rodeada de un brillo, una luminosidad que resguarda unos hilos pendulares que rozan las curvas suaves que se balancean a la mitad de su silueta. Es, es. Magnífica. Me propongo reaccionar.
Estoy confiado en que se repetirá, hoy es un nuevo día. Ha sido constante y no recuerdo el último día en que fijé una imagen creada por mi mismo sin que apareciera esa silueta de círculos quebradizos y relucientes que se postran frente a mi, mientras eufórica grita lamentos exuberantes. Hoy es el día en que sabré quién es. Creo que ha llegado el momento, siento los tambores acelerando mi ser.
Es una sensación, eso parece… Ruth jadeante, cerca del cuerpo, no deja de balancearse. Lo observa detenidamente. Es excitante la manera en cómo un ser postrado desde su nacimiento y enceguecido por tantos opioides muestra resabios de placer que se introducen en su interior. Ella se ha mantenido constante, en el mes que se dio a sí misma, para poner a prueba la inquietud que despertó en ella la primera vez que evaluó al espécimen. No sabe de qué manera describirlo, un voltaje recorría su espalda, sus pechos y su estómago cada vez que lo pensaba. Ruth miraba hacia las lámparas hexagonales, concentrada en su éxtasis. Justo en el momento más profundo bajó la mirada y escuchó —luminosa—. De golpe, se levantó, guardó el cuerpo y salió corriendo hacia la sala común.
Después de haber escuchado lo que pareció una palabra de las comisuras que tanto había estado besando, Ruth, preocupada se preguntó si es posible que eso pase, nadie puede enterarse ¿Y si otros especímenes entran en conciencia? Nadie debe saber que acaba de alterar a uno de los especímenes, todo el proyecto de restructuración social se vendría abajo. Intenta no darle importancia. Mas no deja de darle vueltas aquella palabra. ¿Cómo era posible? Difícilmente, al menos las probabilidades de que esos cuerpos ahí postrados tengan la habilidad del lenguaje, es imposible, sin embargo cuando lo escuchó algo más produjo en su interior, una nueva pedrada a los sentimientos que de por sí ya la tenían en estado perpetuo de confusión.
No puede ser. De un momento a otro me fui a oscuras. Sólo pronuncié lo que consideraba correcto. Y ahora siento un vacío en mi. Un vacío que me hierve la conciencia. La luminosidad, se volvió oscuridad. Y espero que jamás vuelvan a suceder esas palpitaciones. ¿Qué haré si regresan? A esa silueta la exterminaré con las extensiones que me envuelven, sé que puedo controlarlas a mi favor, sé que puedo apagar ese brillo. Mientras esos pensamientos sanguinarios se cruzaban en la temprana conciencia del espécimen, Ruth se acercaba al cuerpo y por última vez deslizó sus manos sobre aquel cuerpo que significó para ella un placer absoluto. Antes de que el espécimen tuviese la oportunidad de recobrar su conciencia, la mujer, sabiendo lo que implicaba el enamoramiento para el orden social, decidió desconectarlo. Nadie nos pertenece, solo nos pertenecemos a nosotras mismas, contradictorio es compartir una parte de nuestro ser. Ahora sólo queda el zumbido de la nada.
Por Raúl Loporte





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