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El puesto

Conocí a mi novio hace 2 años, lo conocí en una convención científica. Ambos íbamos en busca de trabajo y afortunadamente lo encontramos. Hoy ambos trabajamos en una empresa que se dedica a la elaboración de androides para la ayuda en construcciones, algo que si te soy sincera, no me hace sentir bien, pues con el paso del tiempo arrebatan más y más trabajos a personas que se dedican a eso. Yo me encuentro en la elaboración de mejoras mecánicas y materiales, sin embargo, mi novio está en un puesto más bajo, pues según los directivos, él no da la talla para estar en un puesto como el mío.


En el inicio de nuestra relación, era todo increíble, salíamos, teníamos citas, le presenté a mi familia y él me presentó a la suya, una familia en apariencia hermosa. Sin embargo, con su padre no hubo buena relación, pues constantemente convencía a mi novio de que su puesto era mediocre y que no estaba bien que yo ganara más que él y que necesitaba esforzarse más. Lo convencía de que su esfuerzo nunca era suficiente, algo que sinceramente no comparto y yo sostenía que ambos éramos muy buenos y que no había necesidad de hacer esos comentarios, algo que no le gustó a mi novio, por supuesto.


Al paso del tiempo, sentimos el impulso de casarnos y mudarnos juntos. Con esto comencé a notar que él llegaba más tarde que yo a casa y que al traer sus cosas entre ellas tenía una cantidad de pastillas energizantes, de concentración inmensa, algo que pude entender, ya que el trabajo en el que estábamos era muy demandante. En mi caso al estar al servicio de mi jefe, un tipo estúpidamente positivo, eso sí, muy guapo, deportista y sumamente rico, pero nunca dejaba de presionar con las entregas y sus ocurrencias. Era de esperarse tomar de vez en cuando algunas pastillas de esas. Quizá por ello no le tomé mucha importancia, pues a veces yo las tomaba.


Con el paso del tiempo, mi ahora esposo llegaba a casa más y más tarde quería entender qué pasaba, pues él solo sale una hora más tarde que yo. Los malos pensamientos venían a mi cabeza, me pregunta si algo andaba mal con mi matrimonio, al final, opté por dejar esa idea e insistir en que solo tenía más trabajo Con la seguridad de que todo estaba bien, se sumó otra piedrita cuando mi esposo comenzó a actuar diferente. Hacia ejercicio y trabajaba hasta tarde, incluso en casa. Comenzó a investigar acerca de clínicas que supuestamente hacían ver más joven la piel y mejoraban muchas cosas del aspecto físico. También tenía una idea algo extremista del trabajo duro, algo extraño, pues cuando lo conocí era algo que criticaba mucho. Claro que pregunté por este cambio tan repentino a lo que él respondió que había escuchado que no tenía un puesto igual al mío por su apariencia. Algo absurdo si me lo preguntan, me eché a reír y respondí que él no era de esos de esos comentarios. Para nada le hizo gracia y comenzó a decirme que más bien yo era muy floja y conformista. Su comentario fue algo que me enojo muchísimo, a lo que le contesté, enojada, que no era mi culpa, que él no se hubiera ganado el puesto. Él contesto que yo era un egoísta y de un portazo se fue a la sala a trabajar un rato más en la computadora. Yo me tomé un baño y medio dormí. No dejaba de pensar, llegar a donde estoy me costó muchísimo esfuerzo y días sin dormir. Algo que cambié, pues me di cuenta que me estaba haciendo mal y aún cambiando esto seguía haciendo mi trabajo. Sin embargo, cuando estaba cansada, simplemente no lo hacía, pero bueno.


Al otro día en la oficina, bajé al piso donde trabajaba mi esposo, al que por cierto, los trabajadores de mi nivel no bajábamos muy seguido. Fui a buscarlo y noté que al igual que mi novio, sus compañeros se comportaban como una copia del jefe, algo muy extraño y algo gracioso, pues creían que solo con su positividad llegarían a su nivel. Sin embargo, algo que llamó mi atención es que todos lucían demacrados y muy cansados. Al ver por fin a mi novio, noté que estaba muy cerca con una chica, cosa que ignoré, pues no me considero una persona celosa. Le di los papeles que tenía que darle y me retiré. Él solo dijo, ese milagro que estás aquí, tú no eres parte de los fracasados, ¿no? Solo seguí mi camino e ignoré ese comentario, mejor dicho, ignoré esos comentarios, pues no fue el único que hizo comentarios acerca de mí visita.

Hoy al llegar a casa hice mis cosas de siempre y al escucharlo llegar le reclamé, le dije que lo que dijo fue algo fuera de lugar y el hecho de que dejara que sus demás compañeros hablaran igual de mí fue algo muy molesto y él contesto tajantemente, solo dije la verdad. Cansada, solo cené y fui a dormir los demás días o meses se pasaron igual entre peleas. Yo tenía la triste idea de que las cosas se pondrían bien y que en algún momento lo hablaríamos. Sin embargo, un día opté por tomarme un descanso y le dije a mi esposo con la esperanza de que él también se diera un día y pudiéramos arreglarlo, pero no quiso, salió de casa y se fue a trabajar. Por mi parte salí y pasé un rato con mi madre y le conté estos sucesos. Ella dijo, Ay, hija, la envidia es mala y aún más entre esposos. Sinceramente, nunca pensé que me tuviera envidia, más bien que estaba muy frustrado de tanto trabajo. También hizo un comentario que llamó mi atención, o más bien una pregunta: ¿Qué tal y te está engañando? Yo segura, le dije, ¿Cómo crees, mamá? ¿Bueno, crees? Ella cambió de tema, supongo, para no hacerme sentir mal. Esa duda recorrió mi mente toda la semana, pero decidí confiar.


Hoy en esta semana gracias a los buenos resultados de mis mejoras, me dieron un reconocimiento y un ascenso, algo que me hizo feliz, bastante, diría yo. Llegando a casa, le pregunté a mi esposo que él que pensaba de mi ascenso, cruelmente dijo: alguien tan floja no se lo merece. Esta vez no dije nada, solo me fui a la habitación en la cual lloré horas hasta quedarme dormida. El entró a pedirme disculpas, unas disculpas bastante vacías y algo secas, pero al final disculpas. Transcurrieron así los días y la idea de que algo no pasaba aun cuando vi un mensaje en su celular de la mujer con la que estaba el día de mi visita incómoda a su lugar de trabajo el cual decía, ¿Crees en serio que lo merezca? Nosotros sí lo merecemos. Ella es muy floja. Esa palabra comenzó a atormentar algo en mi mente, pues vivir con alguien que se exige para mejorar, a expensas de alguien que se supone es la persona que ama.


Un día él me dijo que no lo esperara a dormir. Extrañada, pero algo acostumbrada, le dije que estaba bien que regresara con cuidado y fui a dormir como de costumbre. Sin embargo, esa noche algo se sentía diferente. Mientras dormía, escuché la puerta, supuse que era él, así que no dije nada, pero tuve que despertarme, pues cuando quise voltear a la puerta sentí una cuchillada tan fuerte que no pude reaccionar. Solo volteé y vi a mi esposo con aquella mujer. Al principio escuché: ahora ese puesto será mío, cuando menos me di cuenta, me desvanecí y ni siquiera sintió remordimiento. ¿Se preguntaron, cómo sé eso? Bueno, pues mi alma sigue en mi casa. En esta maldita casa en la que todo comenzó.



Por Jennifer Carreón, Sofía Acosta, Abril García, Melanie Rodríguez, Betsabé Ramírez y Melanie Bolaños.





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